Incendio 2004
 

 

Antes de la catástrofe acaecida en 2004, y que afectó además de a la aldea de Las Delgadas a casi 30.000 hectáreas de las provincias andaluzas de Huelva y Sevilla, podíamos contemplar en nuestra tierra estampas como esta en primavera.

 

Desgraciadamente el incendio se cobró la vida de dos personas. Varios vecinos de las aldea de Las Delgadas y Montesorromero tuvieron que ser evacuados al igual que los vecinos del la villa de El Berrocal. Se inició en la villa de Minas de Riotinto y se extendió rápidamente calcinando alcornoques, encinas, pinos, eucaliptos y monte, además del alto valor biológico de la zona donde podían encontrarse desde jabalíes, ciervos, jinetas o águilas. Y así se vivió en la aldea:

 
 

El resultado fue catastrófico y la pena es que aún las ayudas prometidas por el Gobierno de la Junta de Andalucía y los planes de reforestación ni siquiera han comenzado en la misma. Así quedó la tierra tras el paso del fuego:

 
   
   
   

La noticia fue dada por todos los medios de comunicación, desde Canal Sur a la CNN, desde El País al Clarín, desde R.N.E. a France Radio, la noticia del mayor incendio de Andalucía dio la vuelta al mundo.

 

Sólo queda esperanza en la Naturaleza y en su capacidad de regeneración. ¿Verán nuestros nietos el campo tal y como nosotros lo vimos alguna vez? Su recuerdo nunca se borrará de nuestra memoria.

 

Réquiem por aquellos verdes recuerdos

Bonito regalo divino el fuego es. Arma de doble filo que todo lo corta, absolutamente todo. Los historiadores lo llamaban el gran descubrimiento del ser humano, en la Edad Media lo llamaban purificador, pero desde los albores de la existencia el fuego más que crear daña, destruye y mata. Sólo el hombre fue capaz de domarlo, de tratarlo, de incluso acariciarlo, pero como domador prepotente de vez en cuando la fiera le ataca, le acorrala e incluso le muerde. Hay que tenerle mucho respeto porque en ese respeto reside la cautela.

Dicen los expertos y entendidos que han habido pocos fuegos como éste en Andalucía. Veloz, fuerte, vigoroso, exterminador, asesino. Dos vidas se ha llevado y otras tantas ha quebrado. Ahora solamente cabe preguntarse quién es responsable; ¿el domador o la fiera?

Muchas veces no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. No nos fijamos en cosas cotidianas y habituales porque creemos que siempre van a estar ahí. Ahora, sólo sal a la puerta de tu casa y deja que tus sentidos te susurren. Ellos gritarán una sola palabra: DOLOR. El vello se te erizará, la boca se te quedará seca, el silencio te ensordecerá, el olfato apenado hablará y tus ojos de lágrimas se llenarán. Ten valor y mira aquello que ya no está porque sólo así el ser humano aprende a valorar aquello que deja de tener.

El dolor se magnifica cuando veo a los abuelos llorar, llorar de impotencia, llorar de pena. Aquellos ojos que tantas veces han mirado al horizonte de nuestra aldea observan con temor como sus recuerdos y sus vidas se esfuman por ese maldito trote funerario que lleva el fuego. Miradas perdidas que se fijan en el centro de sus corazones. Aquellas manos que tanto han trabajado el campo se cierran con fuerza para calmar la ira de ver todo lo que se pierde. Paso a paso abandonan su vida para salvarla de las llamas y del humo. ¡Qué dolor al ver el sufrimiento de nuestros mayores! ¡Qué inmenso dolor! Numerosas han sido las pérdidas pero hay algo que ni gobiernos ni dinero alguno podrán solventar, ese puñal incandescente que ha quedado clavado en el corazón y en la memoria de todos.

Tras contemplar este mar de cenizas y desolación veo islas de solidaridad, cariño y afecto que antes no había. Qué pena que sólo salgan a flote cuando ocurre una catástrofe.

Tras el paso del fuego sólo queda una esperanza, el resurgimiento de una nueva vida como Fénix resucitado. Si el fuego destruye, la naturaleza crea. Tardará muchos años esa reconstrucción pseudocelestial pero espero volver a ver un horizonte verde, rico en vida, en nuestra aldea. Todos tenemos que luchar para ayudar en esa reconstrucción. Todos unidos tenemos que ir de la mano de la naturaleza para asegurarle a nuestra descendencia un mundo al menos no peor del que nos encontramos nosotros. Todo depende exclusivamente de nosotros.

Javier Caballero García

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